Quid Vacuo

Y cuanto estaba, ya no está.

Vacío en el pecho. Me es difícil plasmar mis sentimientos. Intento agarrar las palabras, que se desvanecen como humo entre mis dedos. Incapaz de montar el puzle que conforman mis ideas, me pierdo en un eterno rompecabezas que no tiene solución desde el principio. Tal vez empaquetar mis pensamientos sea un vano intento de dar forma física al barullo de ideas que revolotean por los recovecos más profundos de mis arrepentimientos. Y es que yo no quiero todas esas cosas que ya tengo y no necesito, yo quiero todo eso que el destino parece negarme. Me niego a ser un personaje secundario entre las aleatorias páginas de la historia de otro, con nada más que un guión difuminado por delante y por detrás de un mar de tinta. Mi subconsciente patalea fútilmente contra el suelo de su cárcel etérea, descontento ante tan trágicamente absurdo designio. Una suave amargura acaricia la parte más profunda del paladar de mi alma, dejando una reminiscencia de arrepentimiento, un ligero toque de miseria y un fuerte punto de lo que pudo haber sido. El plato perfecto para un hambre de anhelos.

Y es que este no tener es lo único que tengo.

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