Disonancia Cognitiva

Hacía tiempo que no bebía del vaso del desanhelo. Reminiscencias de un tiempo en el que estaba demasiado roto para romperme atacan mis sentidos de manera ofensivamente inofensiva, recordándome que los deseos frustrados tienen memoria muscular. Pedacitos de realidad se escabullen entre mis dedos en la forma de parajes oníricos. Calles inexistentes guían mis pasos a través de subconscientes distemporales, devorando toda elocuencia cronológica y dejando en su lugar un País de las Maravillas que nada tiene de maravilloso. Mi subconsciente susurra que dar forma a mis sentimientos bajo un nombre es crear un trono de relevancia que no merece fundación, pero la melodía de mi corazón me recuerda que junto a los arpegios del orgullo he encerrado los acordes de mi liberación sentimental. Y es que el balance armónico de mis emociones es la piedra angular de este viaje desde que la persona reflejada en mi espejo me rescató de la prisión en la que yo mismo me había encerrado durante tantos años. Con una pluma hecha de tenacidad firmo un efímero contrato, comprometiéndome a recorrer una introducción de desilusión, un nudo de autocrítica y un desenlace de satisfacción personal. Porque a la tranquilidad que gobierna mi vida no la va a destronar nada.

Y mucho menos nadie.

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